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LOURDES MURILLO.

DOS OBRAS, DOS ESPACIOS.

José Manuel Sánchez Paulete

La colaboración entre arquitectura y pintura se remonta a los primeros trabajos de decoración de las habitaciones en el primer entramado urbano del Neolítico tardío en el poblado de Chatal-Hüyük, las paredes de las habitaciones están decoradas con simples trazos que alientan un anhelo de impregnar la existencia cotidiana con un toque, en este caso ligero y sutil, de sencilla inquietud estética, a la vez que mágica y religiosa. A partir de ese ejemplo y a lo largo de toda la historia, este maridaje entre arquitectura y pintura no ha hecho más que crecer y agrandarse y sería interminable y aburrido citar tan solo los casos más importantes y paradigmáticos.

En el caso que nos ocupa son dos espacios arquitectónicos en los que la artista Lourdes Murillo ha intervenido con un acierto total y una gran estrategia de expresión,, dado que estas intervenciones no se superponen sino que aúnan el carácter de la obra arquitectónica y refuerzan la línea de actuación dándole una impronta característica de distinción con respecto a otras obras y estableciendo verdaderos cánones de autenticidad.

La primera de ellas, la capilla del crematorio de Badajoz. Edificación proyectada por la arquitecta Begoña Galeano en un estilo de contundentes líneas rectas, donde predominan espacios que reflejan una inquietud de pureza, trazando los planos como elementos yuxtapuestos. En esta capilla de líneas funcionales, Lourdes Murillo ha insertado su obra, compuesta por dos actuaciones: una titulada “Escala de luz”, elemento traslúcido que juega con la luz exterior iluminando de forma escalonada el espacio interior de la capilla, dividir sabiamente el contraste con una escala de formas que se empequeñecen conforme asciende en el panel de luz, esta inteligente y sugerente forma de ver el espacio luminoso forma parte de la propuesta total conformada con la otra actuación titulada “Cruz de sombras” , cuatro piezas de tamaño regular, cuadrados simétricos que ejecutan una cruz en sus espacios, para dar un motivo, en este caso de la capilla el símbolo cristiano de la cruz, potenciado por el fondo negro en el que se enmarcan, reflejo del afán que todos tenemos acerca de la muerte. En este espacio, la capilla del crematorio, los espectadores y a la vez protagonistas se enfrentan al hecho de la muerte, y el reflejo de estas obras tangenciales les pone, nos pone, en ese contacto de una manera sutil e inequívoca, guardan relación estas obras de una manera casi mítica con esos momentos de crisis, en este caso reflejando la etimología griega del término: juicio.

Un trabajo de carácter contemplativo enmarcado en un espacio funcional de líneas puras que trasciende esa mera contemplación cuando de una manera inconsciente trasmite esa sensación de inquietud y a la vez sosiego que produce el encuentro con la muerte, cotidiana e ignorada al mismo tiempo. Un espacio para el duelo, el dolor o la aflicción causada por la ausencia de lo querido, se ensamblan perfectamente esa línea pura arquitectónica con el contraste de la luz y la sombra. Los cuatro cuadros que forman la “cruz de sombras” son un reflejo de lo antiguo del arte funerario, el pan de oro, y el compromiso con la modernidad de las formas, trazos sobre blanco. Estas tensiones irreductibles se llevan a cabo a través de la intervención de la obra de Lourdes Murillo en el espacio interior de la capilla presentando elementos esenciales de la memoria, valores que en momentos de crisis recobran todo su potencial, asimilando de una manera sugerente la transmisión de esa esencia milenaria y a la vez irrepetible: el tránsito, se lleva a cabo de una manera especial, con ausencia de lo macabro y en un espacio estético, capilla, como especio de contención e intervención de la artista como espacio estético de sugerencias.

La segunda actuación se ha llevado a cabo en el auditorio de la Institución Ferial de Badajoz (IFEBA). La decoración mural de las paredes adyacentes al patio de butacas con un revestimiento es en unas tonalidades de azules, ocres, grises y nubes descompuestas en píxeles que acentúan el carácter abierto de esta obra.

En el espacio dedicado a auditorio creado por los arquitectos Begoña Galeano y Arsenio Rica, diseñadores del nuevo recinto ferial de Badajoz (IFEBA). El auditorio se ha perimetrado con la obra de Lourdes Murillo, los muros se abren al exterior y la sensación de amplitud inunda la sala, ya de por sí espaciosa y diáfana. En esta ocasión diremos que si en el caso de la capilla del crematorio de Badajoz la intervención de la artista pacense se adaptó de una forma increíble a la concepción espacial de la arquitecta, en esta intervención ambas obras entran en una simbiosis perfecta. La sensación, nada casual, de un espacio abierto la producen esos colores fríos y esas nubes que navegan por las paredes, conformando una unidad cromática con los asientos, el suelo y techo. Esta obra activa la conciencia de la percepción y va más allá de lo puramente decorativo, dando un carácter de provocación al unir elementos puramente abstractos, los paneles monocromos, con otros figurativos, las nubes, este refinamiento que convierte la inteligencia con que está resuelta la intervención mural se inspira directamente en la pintura y da la imagen totalmente contemporánea del espacio.

Podemos decir que la colaboración entre estos profesionales; de una parte, Begoña Galeano y Arsenio Rica en la parte arquitectónica y de la otra, Lourdes Murillo en la parte artística-decorativa, ha sido un acierto que dará sus frutos en la cantidad de gente que disfrute de esta instalación feria donde podrá apreciar la inteligencia y sensibilidad con que está concebido este espacio. Esperemos que estas colaboraciones sigan en el tiempo en futuras obras.